Te conocí rasgando el pecho De la muerte un día. Tu no sabías nada Y era tu quien la llevaba De la mano, de la mano. Y así seguirás sin reparar En tu ventaja Que eres tú quien la lleva, Quien la doma y la amortaja. Caminando, caminando. Eres un espacio que se vuelve Sin espina y que se pierde En la alegría de volverse. Pero ya tu voz está quedando, Ya tu mano está gravando Todo un nombre con sus dientes. Quien que no haya visto la tristeza Con sus cuatro mil cabezas Puede oírte con descanso. Quien que no haya amado largamente Y convivido con lo extraño De este tiempo sin remansos. Te conocí pegado en la pared Del cielo un día. Ibas llevando entonces Bajo el brazo una guajira Y caminando, caminando.