Una vez, en momentos de encanto Una bruja de amor me embrujó Con sus ojos tan grandes y llenos De fuego más fuerte que el fuego del Sol No pudiendo, desde ese momento Ser ya dueño de mí, sucedió Que la bruja jugaba conmigo Cual nadie en el mundo con otro jugó La tirana vendóme la vista Con un velo de loca ilusión Y sus dientes preciosos se hincaron En el fondo de mi corazón Como fruta que endulza el ensueño Y que amarga, también, el dolor Fue para ella mi carne sensible Y dióme su boca nefasto licor Pero al fin, con alquimias y magias A la bruja logré dominar Mis pupilas, de incendio iracundas Sus hondas pupilas pudieron quemar Desde entonces no supo la pérfida Seguir siendo mi bruja fatal Y mis manos jugaron con ella Cual niño con una muñeca banal Su mirada velé con el velo De una trama sutil y falaz Y mis dientes mordieron su carne Perfumada, con gesto voraz A su vez fue mi fruta la bella Amarga, melíflua, letal En su boca mis labios pusieron El antídoto contra su mal Es así como ahora conozco Los misterios de toda pasión Y doy filtros, consejos y drogas A niñas que quieran ser brujas de amor