Pobre gallo... ya no riñe, no provoca ni bravea; y en la pista no flamea su enrojecido crestón; el golpe cruel del olvido cayó sobre su reñidero, y al viejo gallo guerrero se le quebró el espolón. Ya no se ve en el ataque con su soberbio aletazo y el certero chuzazo de incansable paladín; dando frente al adversario encrespando si plumaje, y alardeando de coraje en el sangriento festín. Luchó indomable y bizarro en actitud siempre enhiesta, y hoy, se le arruga la cresta, porbre gallo Batará... El olímpico puazo del gladiador aguerrido, en los brazos del olvido para siempre quedará.