Mi niña siempre me despierta con manitas frías y olor retozón, me pregunta cosas indiscretas con los ojos vivos y añoñada voz. Y me cuenta que soñó con el sol y una cigarra, y en la cuadra vio moldeados los sonidos de un vapor, y me abraza a la canción con melancólica brasa, mientras sus cabellos trazan un nudo sobre mi voz. Mi niña quiere levantarme atrapándome con los zapatos que escondió, quiere ver si el gato tiene crestas o si en mi cartera quedó algún bombón. Y me arrastra hasta creer su juguete imaginado y en su libro más amado sus colores sin pincel y junto a su beso en flor, se despierta otra jornada, y mi niña imaginada me despide desde el sol.