Cuentan los viejos del pago que por los montes vivía Una indiecita morena, herencia de raza quichua Cuando dejaba el telar de tarde en tarde salía Por darle paso a su encanto, el propio Sol se escondía Todo el monte se alegraba Cuando allí se la veía Llevando en su cabellera siempre una flor amarilla Era la bella del monte Por el cielo bendecida Flor de Huiñaj se llamaba aquella hermosa indiecita La muerte quiso llevarla y Al presentir su agonía Su cuerpo se volvió árbol, prolongando así su vida Y los dioses lugareños Para despedir su almita Le dieron al árbol flores, todas color amarillas Y desde entonces el cielo llora su ausencia en la vida Y con lágrimas de lluvia moja su tierra sufrida Era la bella del monte Por el cielo bendecida Flor de Huiñaj se llamaba aquella hermosa indiecita