Ustedes lo sabrán, mis hijos, lo sabrán
por qué dejamos la canción sin cantar,
el libro sin leer, el trabajo sin hacer
para descansar debajo de la tierra.
No se aflijan más, mis hijos, no más
por la mentira que nos mata,
porque una lágrima inocente y un dolor
llevando alta la frente gritarán.
Ustedes sonreirán, mis hijos, sonreirán
y sobre el verde de la tumba,
cuando triunfemos, el mundo será alegre
y se amarán los hombres en hermandad y paz.
Trabajen y construyan, mis hijos,
y construyan un monumento a la felicidad,
a los valores de la humanidad,
a la fe mantenida hasta el fin,
por ustedes,
para ustedes.
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