La otra noche volvía
de la montaña, de la montaña.
Oscura y silenciosa,
como mi alma.
Dejando al doradillo
la rienda suelta,
que su instinto buscase
la antigua senda, la antigua senda.
¡Qué su instinto buscase
la antigua senda!
Luego salió la luna,
muy orgullosa, muy orgullosa.
Ella en goce del cielo,
la emperadora.
Y el humilde lucero
de mi destino
ante tal insolencia
perdió su brillo, perdió su brillo.
¡Ante tal insolencia
perdió su brillo!
Pero una nubecita
poco más tarde, poco más tarde,
sin que supiera cómo
llegó a formarse.
Cubriendo con sus tules
el astro malo
y pudo así la estrella
guiar mi pasos, guiar mis pasos...
¡Y pudo así la estrella
guiar mis pasos!
Tenha acesso a benefícios exclusivos no App e no Site
Chega de anúncios
Badges exclusivas
Mais recursos no app do Afinador
Atendimento Prioritário
Aumente seu limite de lista
Ajude a produzir mais conteúdo