Si no quieres piedad,
no se por qué te arrodillas.
Si no quieres piedad,
no sé que haces en el suelo así humillándote.
La luz se apagará cuando lo mande yo,
y tú te marcharás sin poder decidir.
Seré yo quien al fin mandará sobre ti.
No te podrás quejar ya que no tienes voz.
Tú siempre estás igual, siempre el mismo sabor,
te vuelves a esconder, solo pides perdón,
y ahora para mí ya no eres nadie.
Si no quieres piedad,
no se por qué te arrodillas.
Si no quieres piedad,
no sé que haces en el suelo así humillándote.
No puedo comprender por qué sigues aquí.
¿Qué pasa, es que no tienes nada que decir?
Camina hacia tu más pura incredulidad.
Si no quieres piedad,
no se por qué te arrodillas.
Si no quieres piedad,
no sé que haces en el suelo así humillándote.
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