Es mejor hacerse el ciego que mirar más allá, mucho más fácil la ignorancia que tener que estirar la mano para ayudar, abre las puertas de tu iglesia, deja a los viejos sucios entrar, saca las bolsas pegoteadas de sus caras, deja sus corazones respirar en paz, un poco de calor un plato en una mesa, una cama caliente y no más lluvia en la cabeza, un pequeño milagro que ayude a mejorar tus repetidos cánticos de humildad.
Es tan fácil para ti contar con moralejas, los domingos tras un luminoso altar, cierras temprano las puertas de tu iglesia afuera puedes escuchar los mendigos hablar, de hambre, de frío, tristezas y dureza, por qué no fue otra vida por qué llegar a este lugar, un pequeño milagro que ayude a mejorar tus repetidos cánticos de humildad. Demasiado viejo, demasiado sucio, demasiado hediondo para al cielo poder aspirar.
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