Tiene todavía las mismas costumbres,
lleva tan adentro su viejo arrabal,
sin el farolito tristón que lo alumbre
vive en un ensueño de trenzas y percal.
Un barbijo cruza su cara arrugada
y en la roja huella de la cicatriz,
que acaricia a veces con turbia mirada,
hay dos ojos brujos de oscuro matiz.
Es un malevo viejo
un resto de avería,
un hombre de otros días
que ya no han de volver.
Que ahora, cuando mira
la luna en la cortada,
su corazón suspira
pensando en el ayer.
Y es una puñalada
feroz y despiadada,
saber que ya no es nada,
que llora sin querer.
Ya no usa lengue ni zarzo en la zurda,
él ya no es un taita de faja y puñal.
Sabe que sus años se fueron en curda
a morir de bronca en algún zaguán.
Sabe que no quedan malevos ni guapos,
pero es un consuelo pa' su corazón,
los tangos de barro, de grillos y sapos,
imitando al fuelle gangoso y tristón.
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